Anoche mataron atropellado a Woody

Ha sido un golpe a matar. Es imposible que alguien que pase por esa calle y a esa hora, las 21,00 pueda ir a esa velocidad. No era solo un gato de la calle, Woody era un gato querido, un abuelito al que le encantaba la comida húmeda, las chuches y los trocitos de pollo. Conocía mis pasos, había veces en las que al pasar por la zona donde se refugiaba, intentaba no pisar fuerte, no se fuese a pensar que le iba a dar algo de comida que no llevaba en ese momento porque no era la hora. En los duros inviernos, disfrutaba de sus ratitos al sol y era tan sumamente listo, que se arrimaba a una puerta metálica donde se concentraba el calor y allí ponía su espalda para calentarse. La calle es muy dura, Woody, le decía muchas veces, pero aquí estás protegido, en una de estas zonas privadas, esas zonas a las que los responsables de animales de este Ayuntamiento quieren dejar desprotegidas, aunque también sea su responsabilidad. Pero esa es otra historia. Hoy quiero hablar de ti, Woody, te han matado cuando aun te quedaba muchos años de vida, pese a ser ya un abuelito bien cuidado y sano. Cuando algún día no te veía se me encogía el corazón pensando donde estarías, ahora se que no te voy a volver a ver, que te voy a echar mucho de menos, tus maulliditos saludándome tan contento porque te llevaba la ración de latita todas las noches. ¿Cómo voy a ir mañana a alimentar a tus compañeros de la colonia sabiendo que te han matado? Te van a echar también mucho de menos, sobre todo tu compañera de refugio, empieza el invierno y se ha quedado sola. Woody no era solo un gato de la calle, era un superviviente al que cuando lo castré, hace ya más de 10 años, estuvo tiempo sin aparecer y al cabo de muchos meses, regresó sin rabo, tenía un muñón, nunca supe lo que le sucedió. Pero volvió donde sabía que le iban a seguir cuidando, volvió a su casa, volvió a llenarme el corazón, ese corazón que hoy se me ha partido en dos al verte tirado, al lado de un reguero de sangre. El coche no paró, aunque una chica que pasaba le advirtió de lo que acababa de hacer, siguió adelante, sin mirar atrás. Podía haber sido un niño, una persona que venía del gimnasio, alguien paseando a su perro, podía haber sido cualquiera que en esa calle oscura y en un cruce importante hubiese pasado por allí a las nueve de la noche. Desgraciadamente son muchos los gatos que son atropellados en las calles de Majadahonda, hay calles en las que la velocidad no tiene límite. Este es un homenaje a WOODY y a todos los gatos de la calle que, como el, se enfrentan diariamente a sus peligros. Los gatos de la calle no viven bien. Los gatos de la calle sobreviven como pueden Descansa en paz, querido WOODY, no has sido solo un gato de la calle. Siempre estarás en mi corazón.